El uruguayo Luciano H. Valette, trabajando para la oficina de Zoología del Ministerio de Agricultura de la República Argentina, integró la dotación fundadora de la Base Orcadas, cedida al gobierno argentino por la expedición escocesa de William S. Bruce .
El actual Destacamento Naval Orcadas (Armada Argentina) fue fundado el 22 de febrero de 1904 y es la más antigua estación permanentemente ocupada que existe en la Antártida.
A continuación transcribimos algunas vivencias del uruguayo Luciano Valette durante su permanencia en la isla Laurie en 1904.
Fragmentos del libro de Luciano H. Valette: Peripecias de la primera Comisión Argentina .
Fuente: La Auténtica Defensa de Campana
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Publicado en Boletín del Proyecto Antawa Marzo de 2004 - Noticias de la Antártida
En ¨Viaje a las Islas Orcadas Australes¨ publicado en Buenos Aires en 1906, dice el señor Luciano H. Valette:
¨El panorama que nos rodeaba era constituido de cerros escabrosos cubiertos de eterno hielo, témpanos formidables y enormes ventisqueros.
Nuestra habitación revestida exteriormente por una muralla de piedras era, sin ser confortable, muy sólida y debido a su edificación primitiva tuvimos siempre una ventilación natural excelente, tanto más necesaria cuanto que la sola pieza que la constituía era colectiva. Por esa circunstancia, la mala higiene domestica fue inevitable con motivo del amontonamiento de materiales en un reducido espacio, el cual servia a la vez de cocina, dormitorio, comedor, laboratorio, etc.¨
En días de cielo descubierto, a pleno sol, el paisaje es maravilloso.
Pero tal cosa ocurre muy rara vez. En aquellas latitudes, precisamente, predominan las tormentas con fuertes vientos y nevadas.
Y es lo que tuvieron que soportar nuestros hombres en los comienzos de su vida antártica. Tras una primera tormenta con ráfagas de 95 km. por hora desencadenada a fines de febrero, y que produjo la pérdida de algunas pieles de aves y peces que había coleccionado el señor Valette, encargado de los estudios de zoología, el 8 de marzo un segundo temporal mucho más violento aun llegó a amenazar seriamente a la pequeña vivienda cuyo parapeto de piedras fue derrumbado por el golpe de las olas que llegaron hasta 2 m de la puerta de Omond House.
Pasado el temporal comenzó la dura tarea de las reparaciones. Hubo que rehacer el parapeto que servia de protección a la casa, para lo cual se transportaron grandes bloques de piedra utilizando palancas y una considerable cantidad de piedras menores en trineos. Todo el material era de la falda de los cerros que se levantan a unos 100m. de las instalaciones. Casi todo el mes de marzo se empleó en estas tareas que dejaron casi exhaustos a nuestros inexpertos expedicionarios, recién llegados de Buenos Aires. En la madrugada del 4 de abril comenzó a soplar desde el sudeste un viento amenazador, a la hora no quedaba nada del parapeto y las defensas que habían
costado un mes de agotador trabajo. Todo cayó bajo los embates del mar que, en sucesivas y violentas oleadas, había llegado hasta el lugar. Y no solo piedras se llevó el mar; también algunos cajones de víveres, lo que fue peligroso para una expedición que permanecería totalmente aislada y sin ningún contacto con el exterior, por un tiempo que no podía ser establecido con certeza, ya que son las condiciones climáticas las que decidirán la fecha del relevo. La pequeña casa-habitación tuvo que se abandonada pues el agua la rodeó totalmente. Con el viento soplando a 110 km. por hora, el frío intenso y la molesta borrasca de nieve, los castigados hombres se dirigieron hacia la costa de la bahía Uruguay, más separada de los vientos del sudeste; llevaban consigo dos carpas para utilizarlas como vivienda temporaria, pero el furioso y enloquecido viento ni siquiera permitió desatarlas. La diminuta casilla de los instrumentos magnéticos fue la salvación. A ella se dirigieron los cinco hombres y en ella permanecieron en incomoda situación, pero al reparo, hasta las diez de la mañana en que amainó el temporal y aprovecharon para
penetrar en la vivienda y poner a salvo cuanto pudieron.
Valette mismo relató la situación: ¨Estabamos empapados y con mucho frío, pero el salvamento nos hacia olvidar todo. Mientras nos encontrábamos ocupados en esa tarea oímos unos crujidos terribles. El viento había arrancado el techo del deposito de víveres; la rompiente del mar llegaba a más de 50 metros adentro de la línea de las más altas aguas!
¨Eran las tres de la tarde y a pesar de la bajamar las olas aun alcanzaban al borde de la casita. El viento seguía en su furia.¨
¨Adentro de la cabaña era todo confusión y afuera, en el deposito de víveres, destechado, el cuadro era desconsolador. A pesar de todo esto no podíamos optar por el abandono de nuestra vivienda. A donde iríamos?¨
¨En el desgraciado caso de que el derrumbe de la cabaña se hubiera producido, pusimos un hacha al lado de la ventanita para hacerla saltar y salir luego por ella, pues la puerta hubiera quedado sin acceso¨.
¨Entretanto, llegaba la hora de la otra pleamar y el viento nada había calmado. La noche era horrorosa y el mar bañaba nuevamente los cimientos de la casita. En ese momento la obsesión de aquellos hombres era la siguiente pleamar cuya hora ya se aproximaba. Fue entonces que la Providencia quiso que el mar arrastrara a la playa unos grandes bloques de hielo que sirvieron luego para romper y disminuir así la fuerza de las olas¨, narra Valette.
Al día siguiente, concluido el temporal, comenzó de nuevo la tarea de las reparaciones. Hubo que arreglar el almacén de provisiones que había quedado sin techo y en desorden. Con los mismos cajones de víveres se hicieron las paredes y se utilizaron todos los elementos posibles y todas las artes del ingenio para hacer la mejor construcción posible.
"A fin de obtener tirantes y gruesos clavos -dice Valette-, tuvimos que deshacer un gran trineo. El techo se cubrió con lona y sobre ésta un tejido impermeable. Luego se fortificaron las paredes exteriormente con una espesa capa de piedra que acarreamos en trineo desde la falda de los cerros más próximos. Muchas de estas obras se hicieron con grandes dificultades, no solo por la falta de elementos,
sino debido a los fuertes vientos. La tarea era tanta y tan pesada que nuestros semblantes agobiados se asemejaban a presidiarios condenados a trabajos forzados.¨
Para el 22 de abril se concluyeron los trabajos y el 30 ya cubría la superficie del mar una gruesa capa de hielo, fenómeno tan esperado por los expedicionarios ya que el peso del hielo le hacia perder al mar toda potencia y peligrosidad.
En adelante el peor enemigo seria el hastío. Efectivamente, durante el invierno antártico la actividad es casi nula, salvo las tareas habituales domesticas y, sobre todo, despejar de nieve ventanas y accesos. La inclemencia del tiempo y la oscuridad, excepto unas pocas horas al mediodía, obligan a permanecer en la vivienda días enteros.
Si se piensa que la reducida Omond House era utilizada como cocina, comedor, dormitorio y laboratorio, podremos imaginar lo que fue la vida de los cinco integrantes de aquella primera comisión argentina en Antártida durante el invierno de 1904.
Repartiendo el tiempo entre las tareas domesticas, los trabajos específicos de cada uno, las largas caminatas en dos días muy buenos, llego el 31 de diciembre y con él el ¨aguinaldo de Año Nuevo¨, como dice Valette.
¨Gloria y contento -escribió-, era la corbeta Uruguay, la mascota polar de la Armada Argentina, que avanzaba lentamente entre los hielos en demanda del puerto.¨ Con ella llegaba el relevo para el segundo año del observatorio de Orcadas, y para nuestros hombres la hora del regreso.
Ver más información en:
http://www.lanacion.com.ar/575566
http://www.argentour.com/local-cgi/ToForo/index.cgi?msg=37http://es.wikipedia.org/wiki/Base_Orcadas
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